Crisis de la DANA en Valencia

La crisis de la DANA en Valencia: Gestión tardía y el peligro del negacionismo climático

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Carlos Mazón enfrenta críticas por su gestión tardía de la crisis DANA en Valencia, reflejo del peligro de ignorar autoridades científicas y ambientales en decisiones políticas claves.

La reciente crisis provocada por la DANA ha puesto en el ojo del huracán a Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana, por su manejo de la emergencia. Las precipitaciones intensas, con picos de hasta 491 litros por metro cuadrado en zonas céntricas de Valencia, fueron anunciadas con antelación por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

No obstante, las alertas oficiales hacia la población llegaron tarde, cuando el nivel del agua ya había atrapado a muchos en sus vehículos. La alerta por celular, gestionada por ES-Alert, solo se envió después de las 20:00 horas, varias horas después del inicio de las inundaciones, lo que provocó una ola de críticas tanto desde la ciudadanía como de figuras políticas.

A pesar de las advertencias emitidas desde la mañana del mismo día, Mazón restó importancia a la situación, asegurando que las lluvias no implicaban riesgo hidrológico. El sistema de alerta se activó finalmente en el momento en que la situación estaba descontrolada, situación que empeoró por la falta de una comunicación clara desde la Generalitat.

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Mazón evade la confrontación

Mazón, quien lleva días evitando preguntas de los medios de comunicación y comparecencias en el parlamento, ha sido criticado por su falta de transparencia y eficacia en la gestión de la emergencia, al punto que algunos políticos, como el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, han sugerido que el Gobierno central debería asumir el control de la situación.

Además de su tardía respuesta, Mazón ha intentado desviar la atención de las críticas hacia el Gobierno central, culpando a la Administración de Pedro Sánchez por la tardanza en enviar las fuerzas de rescate del Ejército y en activar recursos adicionales. Esta postura ha sido rebatida incluso dentro de su propio partido, donde se ha adoptado una actitud conciliadora, abogando por la colaboración con el Gobierno para mitigar los efectos de la catástrofe. Sin embargo, la Generalitat sigue señalando la supuesta falta de apoyo como uno de los factores en su respuesta tardía.

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El negacionismo climático y sus efectos en la toma de decisiones

Este desastre pone en evidencia un problema más profundo y global: el negacionismo del cambio climático y cómo este afecta la respuesta de algunos gobiernos ante fenómenos naturales extremos. La DANA en Valencia es solo una muestra de cómo la falta de preparación y la negación de la gravedad del cambio climático pueden derivar en tragedias humanas y ambientales.

Mazón, al subestimar las advertencias meteorológicas, habría arriesgado las vidas de cientos de personas, reflejando un patrón de negacionismo climático que no solo ignora el consenso científico, sino que también impide respuestas efectivas en emergencias.

El cambio climático no solo implica el aumento de fenómenos extremos, sino que conecta problemas de distintas regiones y ámbitos. Un ejemplo de ello es el debate en Bogotá sobre la intervención en la reserva Thomas van der Hammen, un ecosistema clave para la estabilidad climática de la sabana de Bogotá.

La controversia por su posible urbanización enfrenta a sectores que, como el exalcalde Enrique Peñalosa, minimizan el papel de la reserva, argumentando que su preservación no influye en el suministro hídrico de la ciudad. Peñalosa, al proponer proyectos que fragmentarían esta área protegida desestima los efectos a largo plazo de destruir ecosistemas críticos para la regulación climática.

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La interconexión de los problemas ambientales

La situación en Valencia y el debate sobre la reserva Van der Hammen son parte de un mismo problema: la interconexión de los problemas ambientales. La destrucción de ecosistemas naturales y la negación del cambio climático incrementan la vulnerabilidad de las ciudades frente a fenómenos extremos. La deforestación y urbanización de áreas naturales afectan los ciclos del agua y la regulación climática, exacerbando problemas como inundaciones, escasez hídrica y, en última instancia, el riesgo de tragedias humanas.

La reserva Van der Hammen no solo representa un espacio verde, sino una barrera que ayuda a mantener el equilibrio hídrico y ecológico de Bogotá. Fragmentarla podría tener consecuencias irreparables para la estabilidad ambiental de la región, similar a cómo la falta de acción efectiva y preventiva ante fenómenos como la DANA en Valencia agrava el impacto de estas crisis.

La ministra de Ambiente de Colombia, Susana Muhamad, enfatizó recientemente que intervenir en la reserva es una amenaza directa para el equilibrio ecológico de la capital colombiana, una advertencia que podría tener su reflejo en futuras crisis si el negacionismo climático sigue guiando decisiones políticas en cualquier parte del mundo.

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