Con las Botas puestas y las manos en la tierra: la paz que se excava

Una crónica de Alexa Rochi acompañando la compleja labor de exhumación de un equipo de la Corporación Reencuentros conformada también por 100 firmantes de paz.
Publicado:
Personal de la UBPD realizando exhumación.
Foto: La paz no solo se firma: se cava, se suda, se llora. / Foto: Alexa Rochi.

Hace unos días me puse las botas para seguir los pasos de la Corporación Reencuentros: más de 100 firmantes de paz que cambiaron armas por picas, palas y brújulas. Su misión ahora es clara: trabajar junto a la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD) para devolver a quienes el conflicto se llevó.

Y entre las montañas de Cundinamarca, mientras documentaba la exhumación de un cuerpo, lo entendí. La paz no solo se firma: se cava, se suda, se llora. Es esa mano que aparta la tierra con cuidado, ese nombre que resurge del olvido, esa familia que—tras años de espera—por fin recibe una respuesta.

Un día en el terreno.

El equipo avanza por la espesura. Las coordenadas están marcadas; el reloj no perdona. A las 11:00 a.m. comienza la jornada. Tres horas después, a las 2:13 p.m., el silencio se quiebra:

¡Aquí hay algo!

Es la primera pieza ósea.

La exhumación continúa hasta cerca de las 6:00 p.m., mientras la tarde se tiñe de un trabajo que mezcla dolor, esperanza y resiliencia.

 

¿Quiénes están detrás de esta búsqueda?

Reencuentros no es una corporación cualquiera. Está formada por 150 excombatientes de las FARC-EP que, en un giro poderoso, decidieron dedicar su nueva vida a encontrar a quienes el conflicto arrebató.

Su labor es clave:

Recopilan información de exguerrilleros, familias y organizaciones para guiar las búsquedas.
Trabajan en 8 departamentos, llegando a zonas donde otros no pueden.
Han documentado más de 1.000 casos desde su creación.

Pero hay algo más: cuando excavan la tierra, no solo buscan restos. Buscan historias. Nombres. Dignidad. Porque todas personas merecen ser buscados y encontradas.

La paz que no cabe en titulares

Este esfuerzo demuestra algo fundamental: en la construcción de verdad, justicia y reparación, todos los actores importan. Los mismos que antes empuñaron armas hoy usan palas y brújulas para devolverle al país lo que la guerra le quitó.
Como fotógrafa y excombatiente, mi compromiso es contar esa otra paz. La que no hace ruido, pero existe:

  • En el gesto de quien busca a los desaparecidos.
  • En el silencio de quienes esperan.
  • En la dignidad de un cuerpo que, por fin, regresa a casa.

Estas imágenes son para ellos. Para que no se pierda la memoria. Para recordarnos que la reconciliación, aunque duela, es posible.